viernes, 13 de septiembre de 2013

EL REINO DE LOS CIELOS



¿Qué estás haciendo para entrar en el Reino de los cielos?
Muchas personas viven confiadas en que después de morir pasarán a mejor vida, y que ese ha sido el destino de todos los que han muerto.
¿Nosotros estamos seguros que entraremos al cielo?
Si en nuestra vida abunda el pecado no podemos estar tan confiados.
Más bien, estemos preparados porque no sabemos el día ni la hora en que nos presentaremos ante Dios a dar cuentas de nuestra vida terrenal.
Mateo 24, 36 dice: “Estar preparados para no ser sorprendidos, porque no saben ni el día ni la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino el Padre”.
Por eso no  podemos perder el tiempo en cosas que no nos dejan ningún provecho, no estemos cruzados de brazos, busquemos el conocimiento de Dios por el estudio de la Sagrada Escritura a la luz del Magisterio de la Iglesia, pues sin conocer a Dios no podemos salvarnos: “En esto consiste la Vida eterna, en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesús” Jn 17, 3.  Y solo conociéndolo podremos amarlo.
Si no lo conocemos, y no nos reconciliamos con Él, por medio del sacramento de la reconciliación, no habrá salvación posible.
No nos avergoncemos de confesar nuestros pecados, en lugar de avergonzarnos por cometerlos, más bien reconciliémonos con el Señor, sincerémonos con Él, abrámosle el corazón y no seremos despreciados (Salmo 51,19) porque Dios jamás va a despreciar un corazón contrito y humillado; entonces recibiremos la gracia santificante que nos hace hijos de Dios, y por ella tendremos la fuerza para seguir en la lucha por el Reino de los cielos.
Mateo 5,3 dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos” esa es la recompensa que da Dios al que se humilla  delante de Él.
Cumplamos los mandatos de la ley porque eso es agradable a Dios (Deut 30, 11-14).
Estos mandamientos que hoy te preescribo no son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance sino que la palabra está bien cerca de ti, está en tú boca y en tú corazón para que la pongas en práctica.
Y hay que decir como San Pablo: “Todo lo puedo en aquél que me conforta”(Fil 4, 13)
En nuestras manos está si decidimos trabajar y luchar para entrar en el Reino de los cielos, esa será la recompensa que recibiremos si buscamos hacer la Voluntad de Dios.

1 comentario:

  1. Descargalo aquí-----> http://www.kerygma.com.mx/tkerygmaticos/triptico11.pdf

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