viernes, 25 de octubre de 2013

¿EL HOMOSEXUAL PUEDE SALVARSE?




Dios ofrece a todos la oportunidad de salvarse (1Tim 2,4), por lo tanto las puertas del Cielo no están cerradas para nadie,
Pues si aquel que habiendo ofendido a Dios por el pecado, se arrepiente, pretende enmendarse y busca reconciliarse con Él, siempre podrá ser admitido a su amistad.
Homosexual es distinto de sodomita, es decir, una cosa es la inclinación hacia un pecado y otra el cometer ese pecado.
Entendiendo esto sabremos que el homosexual no se condena por su inclinación, sino por la práctica de ella.
Alguien podría decir que es imposible no ceder ante las inclinaciones, y, si esta afirmación fuera verdad, entonces ningún ser humano sobre la tierra sería pecador, no sería responsable de su pecado, pues la imposibilidad de evitarlo lo convertiría en inocente, y si Dios condenara a un inocente, sería totalmente injusto.
Dios no es injusto, y frente a cada prueba, nos da la capacidad para poder superarla, porque no habrá prueba que sea superior a nuestras fuerzas (1Cor 10,13) y porque “Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20).
La práctica de la homosexulidad lleva a la destrucción, pues, quien la practica, habiendo sido llamado a la santidad, en lugar de perfeccionarse al cumplir en su persona el proyecto del Creador, se destruye, y se aleja de Dios por oponerse a las leyes naturales y cerrarse al don de la vida, que es la finalidad de Dios para la unión sexual entre dos personas.
En ningún caso podrán recibir aprobación los actos homosexuales pues son malos desde su esencia, (Cat.I.C. 2357) pero, insistimos, cualquier pecador arrepentido que está dispuesto a enmendarse y a someterse a las leyes del Creador, sin duda alguna, puede salvarse.
Su inclinación constituye para ellos una auténtica prueba que sin la gracia no se puede superar (Cat. I. C. 2358) pues lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios (Lc 18, 27).
Todos estamos llamados a  vivir conforme a la Voluntad de Dios y a alcanzar así la santidad.
Dios quiere también que aquellos que sufren esa inclinación puedan salvarse, y les otorga todos los medios para superar esa prueba, así como a cada uno de los que pretendemos permanecer fieles a El, nos da su gracia para evitar el pecado y perseverar en la virtud.
La iglesia Católica no puede ni debe rechazar a nadie por sus inclinaciones, más bien, como Madre nuestra en la fe, y por su presencia en la vida cristiana desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, debe otorgar el apoyo, la instrucción y la esperanza que se requiere en ese caso.
El homosexual puede vivir en castidad, puede ser santo… Que nadie lo dude: El homosexual no está condenado.

martes, 15 de octubre de 2013

¡Estoy vivo! ...por ahora



La vida es un tiempo de gracia y de misericordia…

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…pero es también un tiempo limitado en el que se nos da la oportunidad de convertirnos.
Dios, al crearnos, no nos hizo para que muriéramos:
“No comas de este árbol porque si lo haces morirás sin remedio”
No quería que muriéramos, por eso advierte al hombre del peligro de su muerte, a la vez que lo invita a obedecer.
Pero el hombre desobedeció, y, por la desobediencia de nuestros primeros padres, heredamos la consecuencia de su acción: “El salario del pecado es la muerte” (Rom 6, 23).


Y eso define ahora la condición de todo ser humano: “Somos mortales”.
¿Entonces la muerte es un destino fatal e irremediable?
Si, la muerte es el fin de nuestra peregrinación terrena, pero solo será fatal si  hemos vivido nuestra vida lejos de Cristo.
Nos preocupa mucho la muerte temporal, quisiéramos mantener por muchísimo tiempo la vida de nuestro cuerpo mortal, pero nos despreocupamos de la muerte de nuestra alma, que ocurre con cada pecado mortal cometido. Por eso tantos aparecemos vivos…y estamos muertos.
Para el amigo de Jesús, para el que vive conforme a sus mandamientos, la muerte, más que una amenaza es el punto final de nuestras luchas y trabajos en esta vida, para entrar a gozar eternamente de la presencia de Dios.
La muerte debía ser para nosotros, si somos cristianos, un acto de obediencia hacia Dios. Obediencia que, ya hemos practicado en esta tierra al someternos a la autoridad de Dios por medio de los mandamientos.
Pero ese acto de obediencia debemos irlo cultivando en nuestros corazones, ya desde el bautismo, porque en el bautismo somos sepultados con Cristo, para renacer a la vida eterna.
Eso implica que a cada uno de los bautizados nos sería imposible pecar, porque estamos muertos para el pecado…”El que ha renacido con Cristo, no puede pecar”…Ojalá que así fuera…
Pero, sabiendo que la muerte es irremediable para todo ser humano, mejor preparémonos para recibirla, y esa preparación no está fuera de nuestro alcance: “El que escucha y cree en Jesús, tendrá la vida eterna” (Jn 5,24).
Escuchando a Dios, al contrario de Adán que prefirió no escucharlo podremos aspirar a la vida eterna.
Muerte o Vida eternas… dependen de MI decisión.