martes, 15 de octubre de 2013

¡Estoy vivo! ...por ahora



La vida es un tiempo de gracia y de misericordia…

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…pero es también un tiempo limitado en el que se nos da la oportunidad de convertirnos.
Dios, al crearnos, no nos hizo para que muriéramos:
“No comas de este árbol porque si lo haces morirás sin remedio”
No quería que muriéramos, por eso advierte al hombre del peligro de su muerte, a la vez que lo invita a obedecer.
Pero el hombre desobedeció, y, por la desobediencia de nuestros primeros padres, heredamos la consecuencia de su acción: “El salario del pecado es la muerte” (Rom 6, 23).


Y eso define ahora la condición de todo ser humano: “Somos mortales”.
¿Entonces la muerte es un destino fatal e irremediable?
Si, la muerte es el fin de nuestra peregrinación terrena, pero solo será fatal si  hemos vivido nuestra vida lejos de Cristo.
Nos preocupa mucho la muerte temporal, quisiéramos mantener por muchísimo tiempo la vida de nuestro cuerpo mortal, pero nos despreocupamos de la muerte de nuestra alma, que ocurre con cada pecado mortal cometido. Por eso tantos aparecemos vivos…y estamos muertos.
Para el amigo de Jesús, para el que vive conforme a sus mandamientos, la muerte, más que una amenaza es el punto final de nuestras luchas y trabajos en esta vida, para entrar a gozar eternamente de la presencia de Dios.
La muerte debía ser para nosotros, si somos cristianos, un acto de obediencia hacia Dios. Obediencia que, ya hemos practicado en esta tierra al someternos a la autoridad de Dios por medio de los mandamientos.
Pero ese acto de obediencia debemos irlo cultivando en nuestros corazones, ya desde el bautismo, porque en el bautismo somos sepultados con Cristo, para renacer a la vida eterna.
Eso implica que a cada uno de los bautizados nos sería imposible pecar, porque estamos muertos para el pecado…”El que ha renacido con Cristo, no puede pecar”…Ojalá que así fuera…
Pero, sabiendo que la muerte es irremediable para todo ser humano, mejor preparémonos para recibirla, y esa preparación no está fuera de nuestro alcance: “El que escucha y cree en Jesús, tendrá la vida eterna” (Jn 5,24).
Escuchando a Dios, al contrario de Adán que prefirió no escucharlo podremos aspirar a la vida eterna.
Muerte o Vida eternas… dependen de MI decisión.

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