Dios ofrece a todos la oportunidad de salvarse (1Tim 2,4),
por lo tanto las puertas del Cielo no están cerradas para nadie,
Pues si aquel que habiendo ofendido a Dios por el pecado, se
arrepiente, pretende enmendarse y busca reconciliarse con Él, siempre podrá ser
admitido a su amistad.
Homosexual es distinto de sodomita, es decir, una cosa es la
inclinación hacia un pecado y otra el cometer ese pecado.
Entendiendo esto sabremos que el homosexual no se condena
por su inclinación, sino por la práctica de ella.
Alguien podría decir que es imposible no ceder ante las
inclinaciones, y, si esta afirmación fuera verdad, entonces ningún ser humano
sobre la tierra sería pecador, no sería responsable de su pecado, pues la
imposibilidad de evitarlo lo convertiría en inocente, y si Dios condenara a un
inocente, sería totalmente injusto.
Dios no es injusto, y frente a cada prueba, nos da la
capacidad para poder superarla, porque no habrá prueba que sea superior a
nuestras fuerzas (1Cor 10,13) y porque “Donde abundó el pecado sobreabundó la
gracia” (Rom 5, 20).
La práctica de la homosexulidad lleva a la destrucción,
pues, quien la practica, habiendo sido llamado a la santidad, en lugar de
perfeccionarse al cumplir en su persona el proyecto del Creador, se destruye, y
se aleja de Dios por oponerse a las leyes naturales y cerrarse al don de la
vida, que es la finalidad de Dios para la unión sexual entre dos personas.
En ningún caso podrán recibir aprobación los actos
homosexuales pues son malos desde su esencia, (Cat.I.C. 2357) pero, insistimos,
cualquier pecador arrepentido que está dispuesto a enmendarse y a someterse a
las leyes del Creador, sin duda alguna, puede salvarse.
Su inclinación constituye para ellos una auténtica prueba
que sin la gracia no se puede superar (Cat. I. C. 2358) pues lo que es
imposible para el hombre, es posible para Dios (Lc 18, 27).
Todos estamos llamados a
vivir conforme a la Voluntad de Dios y a alcanzar así la santidad.
Dios quiere también que aquellos que sufren esa inclinación
puedan salvarse, y les otorga todos los medios para superar esa prueba, así
como a cada uno de los que pretendemos permanecer fieles a El, nos da su gracia
para evitar el pecado y perseverar en la virtud.
La iglesia Católica no puede ni debe rechazar a nadie por
sus inclinaciones, más bien, como Madre nuestra en la fe, y por su presencia en
la vida cristiana desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, debe otorgar
el apoyo, la instrucción y la esperanza que se requiere en ese caso.
El homosexual puede vivir en castidad, puede ser santo… Que
nadie lo dude: El homosexual no está condenado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario